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¡Hola! Bienvenidas nuevamente a de Moños y Puntas.

Ya que la última vez hablamos de protectores, la lógica dicta que ahora hablemos de las puntas. Y aunque no es la misión más fácil del mundo, hoy partiremos con lo básico. Esto, ya que como todo en el ballet, las puntas son un mundo tan infinito como pies existen en el mundo. Si lo piensan, tiene bastante sentido que, si todos los pies son distintos, todas las puntas deberían ser distintas. Porque cuando se trata de puntas no estamos hablando de la zapatilla deportiva que mientras sea de tu talla es suficiente, sino que nos referimos a unos zapatos en los cuales te vas a parar en punta de pie y te vas a quedar en punta de pie. La traducción de esto es que si algo de la punta no funciona con tu pie, la tortura puede ser muy, muy real.

A modo anecdótico, les contaré de mi primera clase de puntas. Para mí, el pararme en puntas era uno de los ítems más importantes en mi bucketlist y fue una de las razones por las que me metí a ballet. Entonces cuando finalmente llegó el día de mi primera clase de puntas estaba muy emocionada. Le conté a todo el mundo que iba a partir a bailar en puntas (já) y llegue temprano para ponérmelas con tiempo. Sólo digamos que la emoción me duro los 5 primeros minutos de la clase. No podía creer que algo doliera tanto en el mundo y la gente siguiera haciéndolo. ¿Cómo era posible que las bailarinas profesionales pasaran días enteros bailando en puntas si sólo hacer barra dolía así? No le creía a nadie que me digiera que uno se acostumbraba/que el dolor se pasaba, lo consideraba imposible.

Sin embargo, efectivamente con el pasar del tiempo descubrí que era cierto. Aunque lo creía imposible, el cuerpo es mágico y se acostumbra a todo, incluso a esto. Todavía no tengo claro si lo que pasa es que uno se acostumbra al dolor o que efectivamente deja de doler, pero lo que sí sé es que es real. Uno deja de sufrir con el tema, hay días en los que sólo me acuerdo que duele porque veo la cara de dolor de alguien con puntas nuevas o que no ha hecho puntas en algún tiempo.

Pero todo esto pasa por lo que les comentaba al principio: encontrar TU punta. Si bien es un hecho casi mitológico, cuenta la historia que es posible encontrar TU punta. Esa que te ayuda a pararte y no te bota, la que no te hace heridas o ampollas, la que aguanta a toda tu humanidad y no se queja. No, pero en serio, es posible (yo estoy bastante segura de que lo logré) y hay varios criterios que hay que tener en consideración para lograrlo. Aquí les cuento los que encuentro más importante:

  1. El consejo de tu maestra es clave. Por algo son profesoras. Saben cómo es tu empeine, tu fuerza, la forma de tu pie, etc, y por eso pueden recomendarte, según su experiencia, cuál es el tipo de punta que deberías tener. Si bien quizás no te digan un modelo específico, te pueden orientar en cuanto a dureza, forma, ancho, porte, y miles de variantes que pueden marear si no tienes a alguien que te guie.
  2. Investigar del tema. Si bien las puntas que te diga tu profesora probablemente cumplan la función, es importante saber de todas las diferentes formas que puede tener una punta. Esto, porque si con el tiempo algo empieza a fallar es muy útil saber qué es lo que pasó. Por ejemplo, saber que cuando soltaste las puntas (dígase, ya no son una caja tiesa de tortura medieval) la caja te quedó muy grande, y es importante para saber que las próximas puntas que compres, quizás deberían ser 1 número más angostas. O que si las puntas te botan cuando tratas de subirte, puede ser que las alas (o el alto de la caja) sean muy altas para ti. Y así una infinidad de variables que llevan a que estés un paso más cerca de lograr tener tu punta perfecta. Sólo tú estas en las puntas y sabes cuando algo no calza, entonces sólo tu puedes arreglarlo.
  3. Probarte puntas. Aunque esto aquí en Chile puede ser un poco más difícil, el darse el tiempo de ir a los lugares que tenemos para probarse los distintos tipos de puntas puede cambiar la manera en la que entiendes lo que es una punta. A mi me pasó eso. Mis primeras puntas eran las que me quedaban mejor del lugar donde las compré, pero cuando llegó el momento de comprar el segundo par, me di el trabajo de ir a probarme y entendí en el segundo que me probé las puntas nuevas que las mías me quedaban muy apretadas y cortas de caja. Ahora cuando veo mis primeras puntas no entiendo tanto cómo sobreviví con ellas, pero lo hice. Equivocarse en la compra no es tan grave, sólo es importante que sepamos qué hay que cambiar la próxima vez.

Y con eso en mente, las invito a revisar la foto con las partes de las puntas para que se pongan a investigar y puedan identificar qué les molesta en sus puntas… si les molesta algo. Mi último descubrimiento en el tema es que el tener una plataforma más ancha me ayuda muchísimo a hacer balance y a sentir más el suelo. Pero también me cuesta más llegar a la punta entera… lo que hace que ejercite más el empeine. Para que vean que todo tiene un sentido y todo tiene un efecto en el cómo bailamos. Para que lo tengan en cuenta al momento de cambiar sus puntas. Y… es que es real. deja de doler, pero lo que sacostumbra o or se pasaba, lo consideraba imposible. punta de pie y los cuales deeso es todo por hoy. ¡Nos vemos bailando!

María.