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¡Hola! Y bienvenidas oficialmente a de Moños y Puntas.

Corríjanme si me equivoco pero, hasta donde llega mi entendimiento, el elongar en sí no tiene ningún fin. Uno lo hace para después tener elongación al momento de bailar. Es, básicamente, una lucha con nuestro cuerpo por el sueño de abrirse de piernas en el aire. Todo lo que elongamos, en el suelo o en la barra, se refleja después directamente cuando bailamos.

Sin embargo, a pesar de que no es un logro en sí, es un tema que genera obsesión. Si pienso en mis primeros meses haciendo ballet, mis recuerdos son de intensidad y elongación. Era, por lejos, lo que más me importaba. Básicamente, porque me daba vergüenza ser tan doblable como un pedazo de madera. Me penaba el qué tan elongadas eran las otras, qué tan cerca del suelo podía llegar, o a cuánto estaba de abrirme de piernas. Me llegue a psicopatear un poco con el tema: elongaba todos los días (por lo menos) una hora en mi casa. Efectivamente mejoré mucho, pero perdí absolutamente el foco. Llegaba hecha papa a clases, molida entera y, lo que era peor, estaba toda dura y no podía lucir la bella elongación que había logrado el día antes. Fail.

Con el tiempo me he relajado con el tema (no me vendría mal una elongación de vez en cuando) y he ido aprendiendo cosas al respecto. Lo más importante, según yo, es que hay distintos tipos de elongación. Más bien, hay tantas elongaciones como músculos existen. Si pones la pierna en un ángulo específico estás elongando un músculo distinto al que elongarías si te quedas en esa misma posición pero giras la cadera. Si le preguntas a un kinesiólogo te puede dar ejercicios para elongar el músculo que se te ocurra. Y si decides elongar todos tus músculos, estoy bastante segura que pasarías horas.

Es por eso que al momento de elongar se pueden tomar dos posturas: potenciar tus facilidades o desarrollar las cosas que te cuestan más. Las dos son muy válidas, sólo que la primera apunta a ser buena en algunas cosas y no tan fantástica en otras, y la segunda apunta a ser normal en todas. Personalmente, soy de la primera opción, pero estoy bastante segura de que es porque me da una lata ancestral elongar para lo que soy mala. En concreto, yo creo que mi padre de 71 años tiene más elongación que yo para abrir las piernas para los lados/atrás, dígase Grand Battement (/gran batman/) en segunda. Y, por lo tanto, me carga esa elongación y jamás la haría por iniciativa propia. Pero, en mi defensa, las que sí me gustan las he trabajado y he mejorado bastante.

Lo cual me lleva al meollo del asunto. Las épocas en las que más he mejorado mi elongación, por lejos, han sido cuando se me ha olvidado el tema y me he dedicado al ballet. Mi teoría actual es que cuando uno es constante y hace muy a conciencia los ejercicios en la barra y centro, la elongación es un poco una consecuencia natural. Evidencia 1: Cuando estábamos preparando El Lago de los Cisnes a fines del año pasado, luego de un par de semanas de ensayos diarios, mi elongación llegó a su peak histórico sin que me diera cuenta. Fue bello. Tristemente me esguince el pie izquierdo en un acto agilidad pura y volví casi a punto cero con mi pierna derecha (el cuerpo funciona de maneras misteriosas). Sin embargo, Evidencia 2: En el intensivo de verano volví a tener una pierna derecha funcional y una pierna izquierda muy elongada, todo por tener clases diarias y no dedicarle mucha atención al tema.

Esto es básicamente como cortarse el pelo. Si te gusta el largo del corte lo dejas ser hasta que un día te das cuenta de que creció mucho (aparentemente de la noche a la mañana). Pero, si no te gusta el largo del corte, te fijas permanentemente en el tema y parece que el pelo no creciera nunca, sólo porque quieras que crezca.

Conclusión: dejar de preocuparse del tema, sólo hacer lo que mejor se pueda en clases. O elonga una hora diaria. ¡Viva la libertad de expresión!